Rocoto Relleno

Rocoto Relleno

Rocoto relleno

Dicen que en Arequipa no se cocina: se conjura. Que un buen rocoto relleno no solo quema la lengua, sino también los pecados.

Nadie en Arequipa se mete con la cocina… excepto Manuel de Masías, que no solo se metió, se hundió hasta los codos. Tenía bigote de fuego, voz de sillar partido y manos que no temblaban ni con el cuchillo ni con la muerte. Cuando hablaba, los ajíes se callaban. Y cuando cocinaba, hasta los santos bajaban en procesión a oler lo que salía de su horno.

Dicen que su fama cruzó barrios, conventos y hasta los corredores del mismísimo infierno. Que el día en que su hija enfermó de un mal sin nombre, no llamó a curandero ni fue a misa. Se metió a su cocina, echó candado a la puerta y durante tres noches no salió. Solo se escuchaban risas nerviosas, cucharones chocando como espadas, y el chillido infernal del aceite cuando el rocoto tocaba el fondo del sartén.

Y entonces, el Diablo vino a cenar.

Apareció al anochecer, claro, porque el Diablo nunca llega con sol. Venía elegante, oliendo a azufre y aliento de aguardiente barato, con sombrero de copa, sonrisa torcida y hambre vieja. Tocó la puerta de Manuel con un dedo largo como cuchillo de carnicero y voz que no admitía segundas opciones:

—He venido por mi cena.

Manuel no se inmutó. Ni un parpadeo. Abrió la puerta, lo miró de arriba abajo y, con esa voz suya, seca como pared de sillar, le dijo:

—Ha venido justo. Está al punto.

Porque claro, si algo sabía Manuel, era cocinar bajo presión. Y no hay presión más grande que servirle al Diablo sin que te frunza el ceño. Así que lo hizo pasar, le ofreció asiento (de piedra, para que no se enfriara), y puso sobre la mesa un solo plato: rojo, brillante, perfumado a muerte y gloria. Un rocoto relleno que parecía sacado del centro de un volcán.

El Diablo olfateó. Se le aguaron los ojos. Dio un mordisco y, por primera vez desde que fue arrojado del cielo, cerró los ojos por gusto, no por dolor.

Y entonces dijo:

—¿Qué es esto…?

Orgullo arequipeño —respondió Manuel, y cruzó los brazos.

Fuente

Herrera, C. (2024). Historia de Manuel de Masías y su influencia culinaria. Documento académico, Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa.

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